'Dicen que el talento es algo innato, puede que sea cierto pero riégalo a diario o habrá muerto'

jueves, 26 de febrero de 2015

“A pesar de esto, siempre te querré”

“A pesar de esto, siempre te querré”. Estas fueron mis últimas palabras a la vez que la primera lágrima recorrió mi mejilla en busca de libertad. Acto seguido me di la vuelta y comencé a caminar despacio, confirmando cada paso, mientras notaba como tus ojos clavados en la espalda me suplicaban de forma no verbal que volviera a tu lado. Fue duro, muy duro, quizás lo más duro que haya hecho en la vida pero en el fondo sabíamos que tarde o temprano esto llegaría.
Tuve que apretar el puño al quinto paso para evitar echarme atrás porque sabía que el daño estaba hecho. Nada, ni el más remoto detalle, volverán a ser como antes. No sé la de veces que podré recordar esta escena en un futuro. Quizás es lo que ambos necesitábamos para encontrar la felicidad de nuevo, o alomejor para encontrarla realmente. 

Quizás me he equivocado al tomar esta decisión por los dos…
Nunca fui de romper corazones, siempre he sido la que tenía que recomponer los pedazos de cristal haciéndose cortes en las manos con cada recuerdo. Aunque casi duele más buscar las palabras para decir a alguien que no tienes ni las fuerzas ni las ganas de continuar con algo que ya no tiene futuro. Es la primera vez que hago algo así y creo que va a ser la última porque no es nada fácil jugar con los sentimientos de las personas. No sé cómo hay gente que puede hacerlo a diario.

Y ahora… ¿cómo va a ser mi vida sin esa persona? Es raro cuando eres tú el que pone punto y final porque no sabes cómo seguir escribiendo. ¿Sigo en la misma hoja? ¿Cambio de página, de capítulo? ¿Quizás deba de tirar el libro entero? Sinceramente no sé nada. Solo sé que la vida consiste en seguir escribiendo a pesar de todas las veces que te puedas torcer o quedar sin tinta.

sábado, 18 de octubre de 2014

El amor es...

El amor es un juego de niños con reglas adultas y pequeños precios a pagar.
El amor es la teoría de algún científico loco que se puso a experimentar con los sentimientos y sensaciones de las personas.
El amor es una canción que nadie nunca escuchó, un beso que nunca fue dado, una fecha que jamás existió.
El amor es un grito en el silencio, una herida jamás cicatrizada, un recuerdo nunca olvidado. Es también mil lágrimas convertidas en un amago de sonrisa, una caricia tatuada que vuelves a repasar una y otra vez con la yema de tus dedos.
El amor es un pensamiento fugaz, el secreto mejor guardado de una mente envejecida.
El amor es el ying y el yang de la vida, una hoja que se esfuma en el viento del otoño.
El amor es... El amor es... ¿Acaso hay una definición exacta de lo qué es el amor?


viernes, 9 de mayo de 2014

Una gran promesa.

Recuerdo que desde que era bien pequeño algo extraño pasaba en mi casa. Yo nunca he sido muy listo pero no había que ser muy inteligente para saber que algo se me escapaba. Muchas noches cuando yo me iba a la cama se oían chillidos y golpes, incluso recuerdo una vez que mamá tiró un jarrón porque lloraba y chillaba mucho. Yo pensaba que mi hermana mayor lo escuchaba también pero una vez la pregunté y me dijo que lo mejor era aislarse y no escuchar nada. Yo en ese momento no la entendí pero ella ya me avisó de que desgraciadamente años después lo averiguaría.

Mi ignorancia seguía adelante. No sé por qué motivo pero tengo una imagen de mi madre llena de golpes y moratones y al preguntarla que qué había pasado me dijo que se había caído por las escaleras. Posteriormente dándole vueltas yo solo llegué a la conclusión de que vivíamos en un primero y que era imposible que se hubiera caído. “Se habrá equivocado al responderme” pensé inocente de mí. Los años pasaban entre peleas nocturnas, lo que más me sorprendía es que luego papá le traía flores a mamá cuando aún faltaban meses para su cumpleaños.

Mi hermana seguía en la atmósfera que se había creado ella sola para aislarse cuando aquellos gritos dejaron de suceder solamente por la noche. Papá bebía cada vez más y mamá, no sé por qué motivo, lloraba cada vez más. Pobrecita, la debía de doler mucho aquella caída por la escalera porque nunca la desaparecían los moratones, por ello tenía que tapárselos con su maquillaje especial tal y como ella lo llamaba. Como he dicho antes esos gritos pasaron a ser diurnos y cada vez más y más insoportables. Me di cuenta de que papá siempre chillaba a mamá por cosas que ni siquiera tenía la culpa, la trataba muy mal y luego la compraba rosas para pedirla perdón y ella siempre le perdonaba. Todo el mundo hablaba con mamá muy preocupados pero no me enteraba muy bien de la razón porque siempre hablaban en clave. Cuando mi padre estuvo una semana fuera trabajando vino mi tía a pasar unos días. Ella nunca venía cuando estaba mi padre porque él decía que era una mala mujer que solo quería que mi madre lo abandonase. Nada más entrar por la puerta con la maleta empezó a llorar, según ella, porque mi madre estaba muy desmejorada aunque yo la veía igual que siempre la verdad. Mi tía se acomodó y se tomó un café con mi madre mientras que yo acataba las órdenes y jugaba solo en mi cuarto. Escuché como ambas hablaban y minutos más tarde mi madre lloraba, “estará contenta de verla” pensé pero sus motivos eran otros. También escuché los murmullos de mi madre que decía que no podía dejarnos solos a mi hermana y a mí y para variar yo tampoco entendí por qué mi madre dijo eso.

 Las hojas del calendario pasaban muy rápidas fuera de casa pero muy lentas cuando estaba dentro. Una noche, salí a descubrir por qué se oían únicamente golpes ya que se hacía extraño que todo estuviera en silencio. En aquel instante me marcó  de por vida y me explicó lo que había sucedido casi cada noche cuando yo me metía en la cama: mi padre pegaba a mi madre. Muerto de miedo me metí en la habitación de mi hermana mayor y vi con claridad como lloraba y como trazaba una línea por dentro de la puerta del armario. Cuando me vio entrar me explicó que era cada línea que había rayado. Aquellas marcas las había trazado cada vez que papá y mamá discutían y ella llorando no podía hacer nada. Esa noche me explicó muchas cosas que me hicieron madurar de golpe. Algunas de las cosas no puedo recordarlas sin llorar en el intento. Sin embargo otras no podía creérmelas como que mi padre también pegó una noche a mi hermana porque mi madre no estaba en casa y no sabía con quién pagarlo. Ahora entiendo por qué mi hermana dejó de acercarse a mi padre de la noche a la mañana. Cada cosa que mi hermana me contaba era una pieza de puzle que me faltaba para entenderlo todo. Llegué a tener temblores muy grandes a causa del miedo, razón por la cual mi hermana me ofreció dormir con ella esa noche. Lo último que recuerdo de aquella noche fueron las palabras de mi hermana antes de apagar la luz. Las palabras fueron…

“Prométeme que jamás de los jamases pegarás a una mujer. Prométemelo. Prométemelo porque maltratar a una mujer psicológicamente está mal pero ya físicamente es de lo más miserable que hay en este mundo. Nunca hay argumentos para justificar maltratar así a un ser humano ¿lo entiendes? Prométeme que serás un buen hombre el día de mañana y que a la mujer que elijas la harás feliz y la tratarás como la diosa que es. Y si algún día por lo que sea el amor se acaba que cada uno vaya por su camino que será lo mejor. Pero también hazlo por tus futuros hijos. ¿A qué no quieres que pasen este calvario? ¿A qué no quieres que saboreen lo que es este infierno? Pues prométeme que nunca lo harás y si algún día se te pasa por la cabeza espero que recuerdes todo lo que acabas de vivir… Buenas noches, pequeño. “
 Mi adolescencia quedó marcada a partir de ese momento ya que mi hermana unas semanas más tarde de esa noche se fue de casa, ya tenía la mayoría de edad y estaba cansada de un ambiente así. Me dijo que fuera fuerte porque ella no podía llevarme a donde quiera que fuese. Fui todo lo fuerte que pude, a veces la llamé porque lo necesitaba y a veces simplemente mi odio crecía cada vez más hacia mi padre. Mi padre era un inconsciente que no valoraba a mi madre de ninguna forma aunque mi madre no fue lo suficientemente valiente como para pedir ayudar y dejar de sufrir ese maltrato. Todo esto me hizo prometer aun más fuerte todo lo que hablé aquella noche con mi hermana.


Todo eso me lleva a donde me encuentro ahora. Ahora me encuentro muy cabreado levantándole la mano a mi esposa tirada en el suelo mientras mi hijo llora en su cuarto. Por unos instantes se me ha olvidado la promesa que le hice a mi hermana de jamás de los jamases pegar a una mujer, sino hubiera sido porque ella me recuerda tanto a mi madre no sé qué hubiera pasado. Ella murió a manos de mi padre que ahora está en la cárcel por aquel acto tan miserable que cometió. No me puedo creer lo que está sucediendo en la casa que prometí que ante todo sería un hogar y no una cárcel. Tiendo una mano a mi esposa y con cuidado la levanto mientras la pido el perdón más sincero que he dicho en mi vida. Ella como buena persona que es me perdona porque sabe que no lo haría por todo lo que pasé y juntos nos vamos a tranquilizar a nuestro pequeño. Ante todo voy a cumplir aquella promesa porque además esa noche mi hermana añadió la frase que llevo tatuada en el brazo: “Un hombre cuando maltrata a una mujer deja de ser un hombre”

viernes, 11 de abril de 2014

Un día me desperté y ya no estabas.

Un día me desperté y ya no estabas. Ni tu recuerdo en mi cabeza. Ni la sonrisa peculiar que solamente tú me creabas. Un día me desperté y ya no estabas y tenía la sensación de que todo fue un sueño. Un sueño efímero que cada segundo que pasa se va difuminando poco a poco. Un día desperté y ya no estabas, ni el recuerdo de tu voz en mi cabeza tampoco. Ni el olor de tu piel, ni las sensaciones que esta creaba cuando entraba en contacto con la mía. Un día desperté y ya no estabas. Al darme cuenta de ello me dieron ganas de llorar y de volver a dormirme para buscarte en todos y cada uno de los sueños que había tenido durante la noche, pero fue en ese momento cuando me di cuenta de que todo fue real aunque en su momento. Entonces me levanté de la cama y empezaron a temblarme las piernas como cuando sabía que nos íbamos a ver. Mis manos buscaban por el aire las tuyas pero no las encontraron. Mis pies se empezaron a mover ordenados por mi cabeza para que buscaran cualquier cosa que respaldara que yo no estaba loca, sino que solamente estaba resacosa después de un gran amor. Desorientada me senté en el suelo y metí la cabeza entre las rodillas para protegerme no sé de qué. A partir de ese día me despertaba con el conocimiento de que no te volvería a ver igual que cuando me enamoraste. A partir de ese día supe que lo que nos unió ya había muerto. 

martes, 25 de febrero de 2014

Para que lo vayas pensando.

Solo quiero ser yo la que te desee los buenos desde la pantalla del móvil, con la que tengas ganas de hablar después del instituto. Solo quiero ser yo la que pase un mes y otra también contigo entre el chaquetón de invierno y el pantalón más ajustado y fresquito del verano. Solo quiero ser yo con la que pases las tardes de invierno en casa de tus padres mientras vemos una película aunque desgraciadamente nunca podamos verla solos. Quiero ser la chica con la que llores cinco minutos para desahogarte y te pases días enteros riendo, con la que siempre puedes contar para todo o con la que discutas pero al segundo ya lo quieras arreglar porque nos queremos lo suficiente como para no hacernos daño. Quiero ser la afortunada que te vea crecer, la que te vea sacarte el carnet de coche, da igual el intento y que aún así quieras que la primera vuelta en coche la diera contigo. Quiero visitar millones de lugares contigo ya que tenemos la oportunidad de escaparnos dentro de unos limites porque todavía no somos independientes totalmente. Quiero ser a la que apoyes para pasar la reñida Selectividad para poder ir a la Universidad y que sigan pasando los años y que estés cuando la termine. Quiero ser la que todavía comparta tus tardes lluviosas de domingo debajo de una mantita calentita y si se da la ocasión al lado de la chimenea. Quiero ir a verte después de que salgas de trabajar y aunque salgas muy sucio ir corriendo a abrazarte como cuando empezamos a salir. Quiero poderle decir a mi madre: “Mamá, que llevo un tiempo ahorrando y me voy a ir a vivir con él” y que la persona con la que comparta piso seas tú. Quiero tener nuestro propio sofá, manta y televisión para poder ver las películas sin que nadie más nos moleste. Solo tú, yo y la mantita. Quiero darte los buenos días girándome en la cama para darte un beso, prepararte el desayuno y que ambos nos vayamos a trabajar para poder alimentar a la criaturita que llevo dentro. Quiero que años después ya no nos pasemos las tardes de domingo viendo pelis sino jugando con nuestro nene y nuestra nena. Quiero ser la que todavía te ponga la carne de gallina con cada te quiero y la que todavía te haga sonreír durante un beso de los que tanto te gustaban. Quiero ser la que muchos años después te sigue haciendo el desayuno todas las mañanas a duras penas y la que comparta contigo las tardes de domingo con nuestros nietos. Quiero ser la que después de varias décadas sigas queriendo como el primer día. No sé si he sido lo suficientemente clara y tampoco sé si aceptarás dejarme ser todo ello, pero no tengo prisa ya que estoy dispuesta a darte el resto de mi vida para que te lo vayas pensando. 

martes, 24 de diciembre de 2013

Puta Navidad.

Estoy  cansada de la parafernalia de la Navidad. Que sí, que es muy bonito ver las luces ya sea en las grandes ciudades o en un pueblucho perdido de la mano de Dios o respirar el espíritu de generosidad y de alegría por todos lados. Pero yo ya me he cansado de las cenas familiares, de los regalos, del arreglarte en vano, de preocuparte de que plato se servirá hoy en la gran comilona que luego en Enero te costará un mes de gimnasio para bajar dos días de no parar de comer que no sirven para nada. Bueno perdón sí que sirven, solo sirven para que te gastes el dinero y para estrechar lazos con la familia que el resto del año te da igual su existencia. Yo soy más conformista y caprichosa a la vez. Solo pido pasar una Navidad junto a él con un sofá y una manta. Lo prometo no pido más. No quiero regalos, ni vestidos fabulosos ni la falsa alegría que se intenta conseguir antes, durante y después de las reuniones familiares. Yo opino que la Navidad es para pasarla con las personas que realmente te hacen sentir tú y aunque los mayores lo sepan se empeñan en hacerte cenar con los típicos tíos que te importan una mierda y que no se acuerdan de ti el resto del año. Si todo el mundo alguna que otra vez se queja de esta época del año, ¿por qué se sigue celebrando? No lo entiendo porque las Navidades solamente te hacen recordar a los que faltan y suficiente nos lo recordamos nosotros mismos durante los días restantes como para tener que reunirte con veinte personas más para que te lo recuerden. Que no, que no, que yo estoy muy cansada de la Navidad. Yo solo quiero a mi chico especial, un sofá y una manta para no pasar frío. No quiero comidas despampanantes porque con una pizza me conformo, no quiero un vestido precioso ya que no hay prenda más bonita y cómoda que mi pijama y no quiero a veinte personas o treinta personas a mi alrededor haciéndome la pregunta de ‘¿qué tal el novio?’. Lo que yo realmente quiero es a él, que llegue el gordito de rojo y que nos pille abrazados durmiendo delante de la chimenea, que mi único regalo la mañana del 25 de Diciembre sea su beso de buenos días y que cuando pasen los días recuerde la Nochebuena con una sonrisa de felicidad verdadera y no con el sentimiento de no querer que lleguen las siguientes navidades. 

lunes, 28 de octubre de 2013

Perdida en sueños.

Mi vida es un aburrimiento aunque hay momentos en la vida en los que esta te sorprende. El otro día me levante para ir al instituto como un día normal, cogí el autobús como de costumbre y para variar a las ocho y media de la mañana entré a esa prisión verde que algunos llaman instituto. La gente es siempre la misma, los pasillos parecen todos iguales y las clases, las clases eran monótonas hasta que llegó aquella hora, la hora de Lengua con Ana Mariñosa.

Después de dar cierta materia, de la cual no me acuerdo muy bien por mi somnolencia, comenzó a leer una leyenda de Bécquer. Ella decía que era una historia muy conocida y que quería que hiciéramos una actividad con ella, por tanto la presté mi mayor capacidad de atención. Después de introducirnos un poco algunos conceptos sacó unos cuantos folios de su mochila marrón y comenzó a leer. Su voz no era la misma de cuando explicaba la lección ya que no estaba elevando el tono porque todos manteníamos un silencio sepulcral, uno jamás visto en mi clase. A pesar de que teníamos que tomar nota opté por apoyar mi cabeza sobre mi brazo en posición de ángulo de noventa grados como algunos de mis compañeros. La profesora llevaba un par de minutos leyendo con el mismo tono de voz y en clase no se escuchó ni a una mosca volar. Poco a poco notaba como su voz se metía en mi cabeza y era capaz de imaginármela a la perfección…

De repente me desoriento y no sé donde me encuentro. Solo sé que estoy en un salón rodeada de gente, gente que charla sobre almas en pena y la noche de los difuntos. Intento buscar a mis compañeros pero no los encuentro. Todo a mí alrededor es muy extraño. Todos visten con ropa lujosa de época sin embargo aquí estoy yo con mis vaqueros rasgados y mis deportivas. El salón es enorme aunque un pequeño rincón con una chimenea llama mi atención. “¿Quién será toda esta gente?” me pregunto, aunque no había forma de encontrar la respuesta. Me comencé a poner muy nerviosa hasta tal punto de que me castañeaban los dientes y no, no era por frío. Lentamente con pasos titubeantes me acerqué a donde dos muchachos estaban sentados. Antes de interrumpirles escuché lo que estaban diciendo y por lo que escuché eran familia aunque en el ambiente se respiraba amor. Cuando hubo un silencio algo incómodo al parecer intenté hablarles pero o no me escuchaban o me ignoraron por completo. Entonces me giré e intenté hablar con alguna anciana que estaba situada cerca de mí pero el resultado fue el mismo, nada. Definitivamente era invisible. ¿Cómo iba a saber cómo salir de allí si no sabía ni donde me hallaba? Los dientes me castañearon aún más y el frío de aquella sala empezaba a calar en mis huesos inquietos.
Ante mi desesperación intenté chillar para ver si alguien hacía el amago por lo menos de atenderme pero mis berridos se ahogaron de tal manera que no me quedo más remedio que escuchar lo que aquella pareja de jóvenes medio enamorados decía. Al parecer hablaban de un objeto que la muchacha había perdido y por ello usó una táctica femenina para hacer que el chico lo recuperara. Vi el miedo de ese chico en los ojos, aunque apuesto lo que quiera que si él me hubiera visto a mí, vería el doble de desesperación, ya no miedo sino desesperación.
Me senté en el sofá que aquel muchacho había dejado libre, al parecer ese chico se llama Alfonso y la chica Beatriz. La curiosidad era que me sonaba bastante esos nombres, pero bueno, no le di importancia. Intenté tranquilizarme pero el castañeteo de mis dientes retumbaba en mi cabeza y no me dejaba pensar. El frío en mi cuerpo aumentaba y no había manera humana de pararlo. O salía de allí o moriría a causa de un ataque de nervios porque todo eso era muy extraño.
Al tiempo de ver al muchacho marchar la chica se levantó y salió de la sala. Por curiosidad decidí seguirla para ver si podía encontrar una salida o por lo menos una respuesta. Mis piernas eran gelatina y de haber visto mis huellas parecerían marcas de pasos de una clase de bailes de salón. Estaba inquieta, aturdida, necesitaba salir de donde fuera que estuviera porque no hay peor sensación que no saber dónde estás ni a dónde vas.  Como pude seguí a la chica y con ella llegué a lo que parecían sus aposentos. Después de unas oraciones y de preguntarse dónde estaba su supuesto amado se acostó y yo me fui a la esquina de su habitación detrás de una cortina para cobijarme un poco. La cabeza me daba vueltas, quería chillar pero sabía que no serviría de nada, que simplemente se quedaría en gritos sordos.
De repente vi como Beatriz levantaba la cabeza de su lecho porque creo que las dos empezamos a escuchar exactamente lo mismo: un reloj daba las doce, unos perros ladraban y un conjunto de pasos y de ropas arrastradas se acercaban hacia la habitación donde ambas nos encontrábamos. Muerta de miedo decidí taparme la cara con la cortina aunque como se suele decir la curiosidad mató al gato. No logré ver nada la verdad pero escuchar sí que lo hice aparte de mi característico castañeteo que ya alcanzó el nivel de castañuela.

La mujercita parecía dormida pero yo solo pensaba en la manera de salir de allí. ¿El por qué? El ambiente de la habitación había cambiado, el aire se tornó frío y congelador pero distinto al que había en esa misma habitación hará un rato. Fue un frio que me paralizó y me dejó inmóvil. Cuando un poco de mi miedo se puso en pause fui capaz de echar un vistazo por la habitación iluminada tenuemente por la Luna. Y sinceramente no sé para que lo hice, lo único que conseguí fue que mis cuerdas vocales y mi boca no pudieran articular palabras a pesar de que nadie me hubiera podido ayudar. Vi como una especie de sombra que me resultó familiar dejaba una banda sobre la coqueta de la joven y de repente desapareció. Nada más ver eso cerré mis ojos y me tapé totalmente con la cortina para usarla como pañuelo para secar mis lágrimas. Nadie me escuchaba, nadie me veía, solamente me tocaba esperar a que la luz de un nuevo día se hiciera notar por la ventana de la joven, mientras tanto solo quedaba esperar.
Las horas se hicieron eternas para ambas como pude presentir aunque al fin la luz de un nuevo día apareció. Entonces pude escuchar como voces procedentes del salón anunciaban la muerte de Alfonso, el chico del salón. Antes de que me pudiera levantar del suelo donde pasé la noche Beatriz ya se había levantado y estaba estupefacta mirando la banda que se situaba encima de su coqueta. De repente apareció una mujer perteneciente al servicio de la casa pero para mi sorpresa no la llamaba a ella… ¡ME LLAMABA A MÍ! ¡PODÍA ESCUCHAR SU NOMBRE RETUMBANDO EN AQUELLA HABITACIÓN! Entonces…

Entonces abrí los ojos y levanté la cabeza de mi mesa y pude contemplar las carcajadas resonantes de mis compañeros de clase que me habían estado observando todo este tiempo mientras la profesora me llamaba a gritos. Efectivamente, me había dormido.